Fregaban arrodilladas ante sus sombras, sus ancestras, y así convertían su casa en templo

somos UN abecedario, PARTE DE UN rosario QUE SE roMPIÓ
Son sombras convertidas en un sistema de signos o de letras para un abecedario del principio femenino del ser. En las capillas laterales de una iglesia vacía se proyectan cuatro arquetipos femeninos con la intención de incorporar a la iconografía cristiana aquellos aspectos negados por su iglesia y considera tóxicos y peligrosos: la seductora, la hada o maga, la madre devoradora de su semilla y la gestora de la familia.
Sencillos envases de productos de limpieza magnificados a gran escala para recordarnos que en lo más pequeño y pasajero habita lo intemporal, que entre la materia y la luz está el vacío que ocupamos, no sólo como espectadores, sino como hacedores del milagro, de la magia sorpresiva, del instante de belleza arrancada a la pobreza de materiales.
El carácter de la transformación espiritual es más evidente en relación con las sustancias tóxicas, venenos y medicinas. La sensación de que el hombre se transforma al absorberlos es una de sus experiencias más profundas. Sin embargo, resulta significativo que esa transformación no se experimente como algo corporal sino
espiritual. La enfermedad y el envenenamiento, la embriaguez y la cura son procesos psíquicos que toda la humanidad asocia a un principio espiritual invisible, gracias a cuya acción cambia la personalidad…

LO GRANDE Y LO PEQUEÑO SON UN SUEÑO
hace evidente uno de mis principios : la obra no es solamente la sombra final, una imagen plana en la pared, sino que es su dispositivo y el vacío necesario para que se dé ese cambio de escala, la recreación del tiempo transcurrido entre la operación de ordenar los elementos en el suelo y su resultado proyectado, pues el placer máximo que podemos obtener de una obra de arte es la sensación de que se está haciendo ante nosotros, sin trampa, y aún así, nos maravilla.
La devoción tiene su contraparte en la sumisión que dictaminó la moral cristiana ante el colectivo femenino. No obstante los envases están colocados encima de montones de libros en un gesto simbólico, pues en realidad son los cuidados, el cuerpo, la base de nuestro conocimiento, justo lo contrario de lo que predica la Iglesia que antepone la iluminación a la materia, al cuerpo que considera sucio y potencialmente erróneo.
el origen de los envases, las vasijas matriciales
Jabones en sus envases como cálices repletos de tóxicos en un espacio consagrado a la limpieza interna del ser, un contraste irónico y mordaz acerca de la manera en que las imágenes llegan a programar nuestro inconsciente y devienen arquetipos que tiñen el cristal por donde percibimos la realidad.
El uso de las vasijas como contenedores de los fluidos vitales para la supervivencia de la comunidad, o como envases de las cenizas de sus muertos, se remonta a los tiempos del matriarcado. Eran las mujeres quienes las fabricaban y quienes poseían el control sobre ellas.
Ahora contienen jabones químicos, el mercado ha globalizado infinitas versiones del mismo envase, formas actualizadas de aquellas antiguas vasijas que aún siguen perteneciendo al territorio del femenino, de los cuidados, y son la antítesis del objeto artístico, son despreciables, tóxicas y relegadas a uno de los ámbitos socialmente más infravalorados.

>> EL CULTO A LA MADRE, un texto de la artista
>> DAR NOMBRE A LA EXPERIENCIA, UN TEXTO DE NURIA ENGUITA MAYO
“La experiencia es una trama y un tejido: una labor ‘artesanal’, si así cabe hablar, en la que ella va tejiendo y destejiendo como Penélope, la tela misma de la vida. La experiencia hace referencia, por todo eso, a actos que se repiten según una pauta interna, a hábitos. Hábitos, costumbres, es decir revestimientos, costumbres, vestidos. El principio preservador de esa urdimbre que, a modo de lanzadera siempre activa, forma, conserva, y transforma el tejido hasta convertirlo en vestimenta, ese principio es la memoria…
Eugenio Trías, 1978 (La memoria perdida de las cosas)