Un salto cuántico
La Tierra se ha desdoblado en lo que parecen dos pupilas que buscan reunirse mediante una lemniscata dorada, que más allá de ser el símbolo matemático del infinito representa el movimiento natural de la energía, una ida y una vuelta, el dentro y el afuera, del lleno al vacío y viceversa, de una polaridad a su opuesta. Es un código muy poderoso pues repolariza, des-estigmatiza y reinicia, crea vida.
El fenómeno de la visión o clarividencia se da cuando despierta nuestra glándula pineal, el puente que logra intercomunicar los dos hemisferios cerebrales. Cada hemisferio se corresponde con un ojo, con una forma de percibir o proyectar realidad. El ojo derecho es el místico, el izquierdo el mágico. Sabemos que el ojo derecho es el que proyecta pues busca en lo externo a nosotros, es el ojo realista, analítico, que detecta causas y consecuencias para trazar líneas temporales continuas y lógicas, responde al raciocinio. El ojo izquierdo es pasivo, se recrea en las posibilidades y fantasea, pero es capaz de elaborar conocimiento intuitivo asociando aspectos aparentemente inconexos entre ellos al detectar similaridades en sus formas, sus ritmos o valores y capta las sincronicidades. Cuando ambas formas de percibir y proyectar la realidad se unen se capta una verdad, se ve ‘lo que es’ sin maquillar, si distorsión, los dos ojos se suman a este tercero formando una trinidad.
La experiencia terrenal es dual, venimos a experimentar los opuestos para aprender que ambos son aspectos de la unidad. Cuando logramos des-identificarnos y nos convertimos en observadores participativos en el juego de la polaridad despertamos nuestro poder de manifestar realidad. La visión de un mundo mejor pasa temporalmente por una aparente división, pues nace de nuestra elección y no todos estamos dispuestos a dar el paso, nos es fácil sostener lo nuevo cuando lo viejo sigue vigente y esta fase durará un tiempo.
A la izquierda está la vieja Tierra o tercer nivel de conciencia basado en el abuso de poder y el ejercicio de la competencia, y a nuestra derecha vemos la nueva, la que nos impulsa a cooperar, aprendemos a co-crear, a actuar como si ya fuera mañana, pues cuando hemos creado una visión sabemos que ésta se manifestará y concretará.
La Nueva Tierra emana el Turquesa, la frecuencia de la creatividad en comunidad o para el bien común que nace de la expresión auténtica de cada singularidad, llama al sentido de pertenencia integrando la diferencia.
En la vieja Tierra el Rayo Morado o Magenta oscuro ha impulsado la gestación del Rosado que genera interiormente el Dorado que sale proyectado hacia la nueva Tierra, ¡lo hemos logrado! El dorado exterioriza, es la fuerza que realiza y da soberanía, es amor manifestado, actuado, es la frecuencia más poderosa en la actual línea de tiempo del planeta. La lemniscata dorada se dispone a unificar, a neutralizar, a generar la visión que en cada uno despertará la posibilidad de actuar como si ya todo estuviera sanado.
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